domingo, 15 de junio de 2008

Taller "Como escribir cuentos, poesías y canciones para niños"

Cómo escribir cuentos, poesías y canciones para niños
Guía de primeros auxilios



Por Luis Rafael

FICHA RESUMEN TALLER


• Periodicidad: Intensivo

• Duración: Dos semanas

• Comienzo: 18/08/2008

• Apertura de grupos: Agosto 2008

• Horario:

Del 18 al 28 de agosto
Lunes, martes, miércoles y jueves de 17,30 a 19,30

• Apertura matricula: 01/06/2008

• Cierre matricula: 18/08/2008


Introducción

El curso estará centrado en la descripción de la literatura para niños y jóvenes, sus presupuestos básicos y en la técnica para la escritura de textos creativos para niños. Al aficionado a la escritura que se acerca por vez primera a un taller de creación le será sumamente útil ya que lo dotará de los rudimentos necesarios para el análisis y la composición, tanto de textos narrativos como líricos y cancionísticos. Al alumno con experiencia en talleres también le será de gran beneficio ya que a diferencia de otros cursos este focaliza una zona poco conocida y de interés universal, el mundo infantil, con sus particularidades psicológicas, sociológicas, históricas y presupuestos para la escritura de textos efectivos en la comunicación con el niño. Todo el trabajo será interactivo y combinando la teoría con la práctica de escritura.Mediante juegos, textos incitadores y ejercicios de escritura creativa, el curso ofrecerá las claves para la elaboración de cuentos, poemas y canciones destinados a los más pequeños. Además de la práctica de técnicas de escritura, composición y desbloqueo, se adentrará en el estudio de los elementos básicos de la escritura de obras efectivas en la comunicación con los niños.

Objetivos

Desarrollar habilidades para la elaboración de cuentos, poemas y canciones para niños a partir de la lectura crítica, el comentario de textos y la práctica de la escritura creativa.

Programa

Temas:1. La literatura para niños y el universo infantil.2. El didactismo y la educación.3. Los retos de la escritura para niños. Tradición e innovación. 4. Fantasía, realidad, humor y lenguaje. 5. El relato destinado a los niños. Técnicas del cuento. 6. La poesía para niños. Composición y versificación.7. Vínculos entre la poesía y la canción para niños. 8. Contar, recitar y cantar.

Dirección y Coordinación

Dirección y coordinación:Luis Rafael: Narrador, poeta y ensayista. Máster en Didáctica y Máster en Estudios Literarios. Colabora con el Instituto Cervantes como columnista de la sección Rinconete. En Cuba dirigió los talleres Miguel de Cervantes (1989-1994), Enrique José Varona (1995-1997), la revista literaria Jácara (1995-2005). Ha impartido clases y dictado conferencias, entre otras, en la Universidad de La Habana, la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, la Universidad de Salamanca, la Universidad Autónoma de Barcelona, la Universidad de Barcelona, la Universidad de Girona, la Universidad de la Sorbona, la Universidad de Grenoble. Ha publicado una docena de libros de diferentes géneros. Sobresalen entre los más reciente: Juana, el talento precoz (Premio Nacional de Ensayo "Eliseo Diego" 1996; ensayo, 1998), Cartas al padre (poesía, edición bilingüe español-árabe, 2000), El detective Perrín acude al llamado (cuentos policíacos para niños, 2002, 2003, 2004), Los hijos de Adán (cuento, 2002), Colómbico (poesía, 2003), Eliseo Diego: donde la demasiada luz (ensayo, 2004), Cuentos para dormir (cuentos para niños, 2005, 2008), Crece en mi cuerpo el mundo (poesía para niños, 2005), Mulato (novela para jóvenes, 2006; Premio Nacional "La Rosa Blanca" de Mejor Texto 2007), El dueño de los caballitos (cuento, 2006, 2007), Cartas al hijo (poesía, 2008). Compiló y publicó diversas antologías de literatura hispanoamericana. Sus textos han aparecido en revistas y periódicos de una veintena de países.


INFORMACIÓN: Talleres de Escritura Creativa Fuentetaja C/ San Bernardo 13, 3º izquierda28015 Madrid Tel: 91 531 15 09 e-mail: info@fuentetajaliteraria.com
LUGAR: C/ San Bernardo 13, 3º izquierda28015 Madrid Metro: Callao, Santo Domingo y Plaza de EspañaAutobuses EMT: 1, 2, 3, 44, 46, 74, 75, 133, 146, 147, 148, 202

Amir Valle, sobre la novela juvenil Mulato.

La virtud de romper los esquemas

Mulato, de Luis Rafael
Editorial Gente Nueva, 2006
Premio “La Rosa Blanca”, 2007

La trayectoria ficcionada de la noveleta Mulato, del narrador, poeta y ensayista cubano Luis Rafael es larga y ontológica y no se parece en nada a mucha de la cáscara que se escribe y publica en Cuba (y fuera de Cuba por autores cubanos) bajo el rótulo de “literatura infantil”. Tiene más de aquellas obras esenciales de nuestras letras para niños que escribieran Onelio Jorge Cardoso, Dora Alonso, Julia Calzadilla o Nersys Felipe, sólo por citar a algunos de los más conocidos: hay en cada una de sus páginas el sello de la trascendencia.
El primer detalle que da fe de que se trata de un buen libro está al inicio mismo: un prólogo de la narradora cubana Aida Bahr. Quienes la conocen saben que no es una intelectual que regala elogios (muchos temen, incluso, sus juicios usualmente muy severos pero casi siempre justos) y, sin embargo, en ese prólogo la narradora santiaguera habla de calidad de la escritura, interés despertado por el argumento, y define como el más grande valor del libro su interesante y equilibrado buceo en una parte de nuestra historia: las guerras de independencia contra el dominio colonial de España a fines del siglo XIX.
Hay todos esos valores en esta obra, sin dudas, pero no fue ello lo que me llamó la atención cuando leí las 108 páginas de este libro (que son muchas menos debido al pequeño formato ya usual en las ediciones de Gente Nueva). Aquí me detengo. La referencia exacta al número de páginas se debe a una especial circunstancia: abunda el criterio, dentro del género, de la necesidad del discurso breve a la hora de elaborar la narrativa para niños. Eso ha provocado una real epidemia de obras cojas (no me gusta aquí el término de menores, ya que bien se sabe incluso de estas obras se alimenta la literatura de un país y algunos libros de este género en Cuba ni siquiera merecen esa clasificación de “menores”), debido a argumentos truncos, a personajes que no desarrollan en lo más mínimo sus historias y sus sicologías, y a una simplicidad del discurso narrativo que suele presentarse en las notas de edición como “limpieza de la prosa” cuando es simplemente pobreza de lenguaje.
El primer valor, entonces, de Mulato es ese: logra en brevísimas páginas conformar una historia sólida, un personaje inolvidable, todo ello mediante una prosa excelentemente distribuida entre lo florido (cuando es necesario “pintar” el ambiente e, incluso, poetizar la trama) y lo directo (allí donde es necesario dar al nivel accional del argumento un peso destacado: véase el capítulo “La batalla”, por ejemplo), matizados ambos por una serie de ondulaciones, retraimientos y expansiones del lenguaje en dos ámbitos que resultan muy necesarios para la configuración de la atmósfera y los escenarios ficcionados: la descripción de los escenarios naturales donde ocurre la historia y la narración episódica del crecimiento ético y físico de Mulato. Llama también la atención el muy justo empleo del diálogo, en todos los casos con las expresiones necesarias para enriquecer el desarrollo de los personajes y dar movimiento a las anécdotas contadas.
Antes que Mulato, dos obras dieron pasos esenciales dentro del terreno de la historia como eje de una narración infantil en Cuba: Antonio, el pequeño mambí, de Luis Cabrera Delgado (Gente Nueva, 1985) y El oro de la edad, de Ariel Ribeaux (Unión, 1999); el primero, por el intento de novelar la infancia del que sería uno de nuestros grandes héroes mambises, el general Antonio Maceo; y el segundo por la exquisita revisitación de la obra esencial para niños de José Martí (la revista La Edad de Oro) en los tiempos actuales y en un escenario marcado por los grandes traumas de la marginalidad social cubana de hoy. Fueron obras diferentes dentro del amplio escenario de las letras cubanas escritas para niños y jóvenes. El segundo valor que encuentro a Mulato anda por esos caminos de la diferenciación: el protagonista de esta historia no sólo transita en crecimiento enriquecedor su propia vida, ambientada en la dura condición de niño que crece en medio del avatar de una guerra terrible y rodeado por verdaderas bestias de la guerra (esas bestias en que se convierte el ser humano en condiciones extremas, que no son todas de un mismo tipo, ni andan en los buenos caminos), sino que nos conduce a un más allá definitorio de un concepto esencial para la formación de nuestra esencia (y la repetición es a propósito) como país: la formación del orgullo de ser “mulato”. Y se trata de una definición similar a aquella que, según la historia, vivieron los primeros cubanos cuando descubrieron que ya no eran españoles y que el único término que los definía correctamente era “criollos”. Las consecuencias para la historia nacional de aquel descubrimiento hoy se conocen: se le debe, sobre todo, ese espíritu de independencia que siempre ha tenido el cubano. Pero la asunción de su carácter de mulato por el protagonista no definirá únicamente su lucha por establecer sus valores y sus sueños dentro del contexto narrado (fenómeno que ciertamente ocurrió en el seno de las tropas independentistas, lo que trasmite más valor a esta obra de Luis Rafael, al abordar un asunto antes no tratado): también esta noveleta, gracias a la conciencia que el protagonista toma respecto a su condición de mulato se adentra en otro de los difíciles recovecos de aquellos tiempos: el protagonismo racial del negro en nuestras guerras de independencia (recuérdese que fue ese protagonismo, y su olvido por parte de las autoridades que pactaron con los ocupantes norteamericanos, uno de los eslabones principales para el estallido del más bochornoso suceso racial de la historia cubana hasta hoy: la Guerrita de 1912, acción de limpieza racial mediante el exterminio de negros rebeldes, como aseguran muchos historiadores).
Pero el mayor valor de este libro demuestra que cuando se quiere lograr la excelencia hay que romper los esquemas y Luis Rafael se lanza contra dos de los más sólidos esquemas de la educación y de la literatura infantil cubanas de los últimos cincuenta años: por un lado, la simplificación y marmorización de la historia que han propuesto y establecido todos los programas de educación en la isla, y por el otro lado, la concepción de que el horror, la muerte y las bajas pasiones humanas no deben ser tema para la literatura infantil.
Mulato es una noveleta dramáticamente compleja en todos sus sentidos. En ella la guerra se presenta con toda su crudeza, con sus muertes (nótese que el mismo niño comienza la novela perdiendo a sus padres en la inundación por un huracán), con la sangre y la perversión humana que habita siempre cualquier contienda bélica, con la multiplicidad de intereses enfrentados en ese escenario, con los privilegios ganados mediante el engaño, con el robo, la extorsión y el abuso de poder que ensucia los verdaderos valores de la lucha por la libertad, con la fauna humana múltiple con la que se lleva adelante una guerra (que no está compuesta sólo de héroes, sino también de cobardes, de traidores, de miserables que se agarran de unos supuestos ideales en los que no creen porque eso les da poder, dinero y posición social), y por supuesto, con todas las luces humanas que también destellan en esos ámbitos. Todo lo anterior, todos esos defectos, todas esas bajezas humanas, todas esas miserias existenciales las vive el protagonista dentro de las filas independentistas mambisas, es decir, en el lado de los “buenos”. Esa visión nunca antes había estado en una obra literaria cubana dirigida a los niños, y me atrevo a decir que, incluso, tampoco abunda en las escasas novelas sobre aquellas guerras escritas por cubanos, quizás debido a cierta idealización que existe en el imaginario popular sobre nuestros “heroicos mambises”.
No vemos en Mulato esa historia de héroes de mármol, esa historia donde nuestros caudillos independentistas ni siquiera discutían entre ellos, esa historia sólo llena de luces que los cubanos hemos recibido durante décadas como la única versión, propiciando que luego nos sintamos engañados cuando descubramos, en la obra de historiadores serios, profundos, los verdaderos matices de nuestra historia nacional, convulsa y compleja como es realmente toda historia.
Pero también en esta noveleta para niños está la muerte, el dolor, el engaño, la traición, en fin, la vida real que debió latir junto a aquellos cubanos que se lanzaron a la manigua en contra del coloniaje español, con las mismas luces y sombras, con los mismos matices de complejidad, crudeza y dureza con la que la vida nos ataca día a día. Es un libro crudo que no esconde, como aconsejan algunos teóricos, nada a ese lector que, dicen, no debería recibir a edad tan temprana una información tan dura y funesta. Leyendo a Luis Rafael y a su Mulato recordé una frase de mi abuelo español, una frase que él me contaba se la decía mucho su abuela: “la miseria obliga a soñar”. Y debe ser así, porque en medio de esa átmosfera cargada de problemas humanos tan profundos, el sueño y la esperanza del protagonista (y de todos los que cohabitan con él dentro del espacio del bien) es un hálito que flota sobre cada una de las páginas. El lector, sea cual sea su edad, saldrá de esta lectura con un verdadero conocimiento de cómo fue aquella época, muy al interior de nuestras tropas libertadoras, y pese a todo lo vivido por el protagonista, saldrá con ese olor a confianza en el ser humano, en el ser cubano (“no permitimos que nuestra bandera sumara una estrella más en la bandera de la unión del Norte”) y en el valor de la memoria (“Tú mismo, que leerás mi narración desde el futuro, en tu tiempo participarás de la Historia. Y puede que hasta te atrevas, como yo, a contar algún episodio interesante, cuando pasen los años y no puedas resistir el revoloteo de los recuerdos dentro de la cabeza).
Mulato, en fin, con una buena escritura y un ritmo in crescendo que deja deseos de saber sobre el futuro del protagonista, abre una puerta íntima hacia una mejor comprensión de una parte de nuestra historia patria y hacia la clarificación de algunos caminos históricos que propiciaron que los cubanos hoy seamos como somos. Eso es trascendente.

Amir Valle
Berlín, 6 de junio de 2008.




Luis Sepúlveda, sobre Cartas al Hijo

Cartas al Hijo

“¿ Y qué será, entonces, la herencia de mi hijo?”, se preguntó un angustiado Rainer-María Rilke de cara a una época que se caía a pedazos, y no tuvo respuesta.
También Nazim Himket se hizo la misma pregunta y creyó encontrar la solución en una serie de recomendaciones que, lejos de serle útiles al hijo, eran más bien un inventario de todo lo que Himket padre no había hecho, una suerte de herencia indeseada, una condena.
Mi amigo el poeta cubano Luis Rafael, con su serenidad tan propia de los antiguos artesanos, con su sosiego de poeta que lleva una isla bajo la piel y le basta con eso, con saberla a salvo del frío y de las lluvias metálicas porque es además de poeta un hombre de pellejo duro, ha establecido una hermosa herencia de palabras, y Cartas al Hijo es un poemario sin más –ni menos- pretensiones, que compartir una serie de destellos que van desde la estupefacción hasta la certeza de lo inevitable.
Padre nuevo / Hijo de su hijo dice Luis Rafael en un poema anunciador de la patria de la paternidad, ese lugar que para muchos de tan obvio resultará intrascendente y que, sin embargo, para otros entre los que me cuento, es la patria más frágil, sujeta a otras cronologías, y para defender sus leves fronteras estamos dispuestos a ser leales y traidores.
Los padres / Sembramos hijos / En la intemperie anuncia el poeta, y para responder a las urgencias propias de esas vidas a las que no se ofrece más que el suelo y las estrellas, nombra entonces los elementos necesarios, y que entre otros son: Una ráfaga de mar / Con ínfulas de ser / el mar; Remos escarchados de muerte / Voces de sal y agua; Dardos hacia el desafío; Hervor de gallos; Un país torrencial, elementos para decir aquí estuve, esto es lo que visto, desde El Cairo a Berlín, desde la Isla a los instantes sin tiempo Encallado y callado/ Ante las migraciones / (blancas y espumajosas)/ De los amigos, sí, esto es lo que he visto, y si existe es porque lo he nombrado en tu nombre.
Además de amigo, soy el feliz editor de este libro. Tal vez alguien conozca de mi labor de novelista, que en este caso es secundaria, pero quiero indicar que desde siempre quise fundar una casa editora dedicada solamente a la poesía, y de la manera más arbitraria, sectaria, dogmática y hasta canalla, publicar nada más que los libros de los poetas contemporáneos que admiro.
Para la colección “Elogio del Horizonte” es un orgullo y un privilegio contar con Cartas al hijo, entre los cinco libros del plan de publicaciones para el año 2008.
Desde Gijón, en Asturias, reciban un fraterno abrazo.
Luis Sepúlveda.