Lunes, 23 de noviembre de 2009
LITERATURA
Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí
Por Luis Rafael
Una tarde de 1995, después de un postgrado en la Universidad de La Habana, Alba, la hija de Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí (1922-2006), me dijo que su padre quería conocerme y me invitaba a visitarlo a su casa. Aunque tenía sobradas referencias sobre el buen talante del más grande poeta popular cubano del siglo xx, temí alguna recriminación porque la semana antes había publicado en la revista La Gaceta de Cuba una nota crítica sobre su entonces reciente libro Con tus ojos míos, donde la vejez y la ceguera padecidas por el autor cristalizaron en composiciones de notable intensidad lírica. ¿Qué podría desear de mí sino enmendarme la plana, aclararme que ciertas interpretaciones no coincidían con su intención, censurar la reseña?
Embargado por complicaciones habituales, fui aplazando la visita, que nunca hice, hasta que topé con Orta Ruiz y su hija en la presentación de un número de la revista Casa de las Américas, donde aparecían poemas míos. «Papá, este es Luis Rafael». Enseguida Naborí me extendió la mano y, no sin dificultad, se irguió para estrecharme. «Oye, me encantó tu artículo. La interpretación que hiciste de mi poema a Santa Lucía es extraordinaria. Te estoy muy agradecido». Aprendí que, pese a su bien ganada celebridad, Naborí era un hombre entrañable. Antes lo admiré sobre todo por su poesía de índole intimista, desde entonces lo quise por su sencillez.
Esa sencillez lo determinó al inicio de su carrera como improvisador en la radio a adoptar el seudónimo de Indio Naborí. Por entonces los cantores populares se hacían llamar «caciques» y él prefirió el nombre indígena de los trabajadores, no el de sus caudillos. Heredero directo de Juan Cristóbal Náboles Fajardo, el Cucalambé, cuya obra se encargó de difundir con un libro publicado en 1974, Orta Ruiz ofreció digna continuidad a la lírica siboneyita y nativista del siglo xix logrando imbricar la poesía popular y la culta mediante una obra que rebasa la veintena de libros, entre los cuales recomiendo los poemarios: Estampas y elegías (1955), Entre, y perdone usted (1973), Viajera peninsular (1990) y Desde un mirador profundo (1997).
Acaso Naborí sea el único lírico cubano del siglo xx reconocido con igual entusiasmo por la intelectualidad y el pueblo. Premio Nacional de Literatura, también fue galardonado por miles de admiradores en «guateques» campesinos y celebraciones masivas. Grabaciones de varias de sus «controversias» y diálogos poéticos minados de maravillosos versos, guardan como reliquia sus admiradores de las más disímiles procedencias. El ya célebre duelo lírico Naborí vs. Angelito Valiente es recordado y reeditado en audio y forma de libro cuarenta años después de su celebración. Cierto que en algunas de estas décimas podemos hallar rimas fáciles o algún que otro lugar común, pero también lo es que la mayoría resultan impecables, hazaña y muestra de talento si tenemos en cuenta que se trata de composiciones improvisadas, inspiradas y declamadas a un tiempo. Sus versos, que van de la lírica patriótica a la autobiográfica e intimista, son el testimonio vital de un prodigioso poeta, de sensibilidad popular y sencillez homérica.
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