Miércoles, 9 de diciembre de 2009
LITERATURA
Gastón Baquero retorna a Cuba
Por Luis Rafael
Iniciando el año 1997 cerrábamos el número 6 de nuestra revista literaria Jácara (1995-2005), dedicado al grupo de escritores y artistas que publicaron durante doce años la importantísima serie de Orígenes (1944-1956), y Fina García Marruz me sorprendió al decirme que entre sus papeles personales había encontrado un manuscrito de Gastón Baquero (1916-1997), quien desde el triunfo de la revolución de 1959 vivía exiliado en Madrid. Con la certeza de que «el azar concurrente» (frase de José Lezama Lima) había hecho lo suyo para que Gastón no faltara en el homenaje a Orígenes, acudí al apartamento de Fina y Cintio en El Vedado. Era el manuscrito a lápiz de un poema titulado Parque, escrito en la década del 1940, cuando se gestaba la célebre revista dirigida por Lezama Lima y Rodríguez Feo, y en cuya realización intervinieron músicos, pintores y poetas como Cintio Vitier, Fina García Marruz, Eliseo Diego y Gastón Baquero. En aquel texto de media cuartilla parecía resonar la voz del autor nacido en la región oriental de Cuba, en el poblado de Banes; del poeta que jamás olvidó sus raíces y que vivió mirando a su pueblo desde la distancia oceánica. La identidad descrita en una sencilla imagen, la fragilidad de su entorno provinciano, de su realidad volatilizada, al descubierto desde los primeros versos: «El parque de mi pueblo tiene / cuatro laureles y el busto de un patriota».
Serán esta misma sencillez abisal, este hallazgo de lo cubano desde la intimidad del sujeto lírico y la revelación de sus claves y de su imaginario, constantes en la literatura de Baquero, humilde celebración del mundo como encarnación de la obra divina. Es palpable en cualquiera de sus libros, entre los que sobresalen: Poemas (1942), Saúl ante la espada (1942), Ensayos (1948), Poemas escritos en España (1960), Escritores hispanoamericanos de hoy (1961), Memorial de un testigo (1966) y Poemas invisibles (1991). Agudo ensayista y crítico de arte, revelador de trasparencias, como ha señalado Roberto González Echevarría: «Baquero practicó un franciscanismo poético en que todos los poetas colaboran en busca de la belleza, sin pugnas por imponer su personalidad o preferencias —una vez más el recato de un yo que sabe que la poesía lo supera y se regocija en ello»—.
Poco antes de que el número homenaje a Orígenes saliera de imprenta, supimos la noticia de que había muerto Gastón, por eso dedicamos su lanzamiento al escritor que fue borrado de los anales literarios cubanos por sus ideas políticas. Roberto Fernández Retamar, presidente de la Casa de las Américas, apoyó nuestra iniciativa de reivindicar al autor de Palabras escritas en la arena por un inocente, Testamento del pez, Silente compañero, Manuela Sáenz baila con Giuseppe Garibaldi el rigodón final de la existencia y tantos textos imprescindibles para la lírica hispanoamericana. En la presentación de la revista se recitaron sus poemas y el manuscrito de Baquero ganó protagonismo señalando la continuidad de una vocación y la solidez de una obra que desde sus primeras producciones muestra su filiación modernista y martiana, su búsqueda de la iluminación en el lenguaje y en un discurso coloquial minado de imágenes y metáforas que advierten sobre la naturaleza trascendental y divina de la realidad. Después de varias décadas de «Innombrable», la Isla oía la voz dolida de Gastón desde una grabación radiofónica realizada por un amigo. El soñado retorno se hacía posible gracias a la hermandad poética en la realidad de aquella tornasolada tarde habanera.
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