Jueves, 12 de noviembre de 2009
LITERATURA
César López y la Ciudad Universal
Por Luis Rafael
Barco a merced de los huracanes, la casa de César López (1933), anclada en el número 207 del Malecón habanero, exhibe los rasguños del tiempo y de las olas. Paredes desconchadas que continúan el arrecife costero, libros salitrosos y algas invisibles, acompasan la respiración. A través de un ventanal de hierros devorados, el poeta contempla el paso de los autos, la repetitiva imagen de las marchas, el vuelo de las gaviotas y el azul tentador del horizonte.
Desde su fuga del Oriente cuando se involucró en las luchas clandestinas para derrocar la tiranía de Fulgencio Batista, su protagónica Santiago de Cuba comenzó a transmutarse en La Habana y en la Ciudad Universal, esa que le devuelven los reflejos del agua y que intenta apresar con palabras. Su decena de libros da testimonio de un empeño novelístico desde la lírica, de una intención aglutinadora y analítica que se viste de nominaciones y de épica cotidiana. En 1963 César López se reveló cuentista con Circulando el cuadrado y poeta con Silencio en voz de muerte. Estos libros anunciaban el talento en ciernes, sus preocupaciones humanísticas y su ideología; sin embargo el inicio de la espiral en ascenso lo debemos a la aparición en 1967 del Primer libro de la ciudad, del que reseñaría Virgilio Piñera que se trataba de «un poema histórico o épico-histórico» donde su autor proponía algo «que pudiera llamarse la “aleación” del lenguaje coloquial y del lenguaje metafórico». Este cuaderno, génesis de la saga seguida por el Segundo libro de la ciudad (1971) y el Tercer libro de la ciudad (1997), supone el hallazgo de un estilo en que el coloquialismo demuestra su eficacia para describir la historia desde la subjetividad lírica, intelectiva y emocional. Manuel Díaz Martínez, atisbó:
El discurso poético de César López, si bien insiste en referencias y alusiones al acontecer cotidiano, trasciende lo factual para guiarnos al encuentro de abismos escondidos que se abren encima, debajo, detrás, delante de los meros hechos y en los que alientan las ambiciones, las pasiones, los temores, las frustraciones, en fin, todo lo que compone el magma espiritual de la gente que hace la historia o que simplemente la padece. Primer libro de la ciudad, Segundo libro de la ciudad y Ceremonias y ceremoniales son libros en que puede comprobarse lo que acabo de decir.
Del Primer libro de la ciudad hasta el tercero la poesía de César López transita del tono elegíaco hacia el intimista, reconcentrándose en un discurso salpicado por claves tropológicas y por un conversacionalismo irónico. Su relato épico de la Historia se transforma en anécdota intrascendente y recelo, en el desgarro de las frustraciones. El lenguaje centellea minado de significados y el sujeto lírico vuelve a ser coral en su afán por resumir el sentimiento de su época, solo que sin grandilocuencias, calado por una llovizna que arrecia amenazadora. Metrópoli de la imagen, en el horizonte de la trayectoria lírica de César López amanece la Ciudad Universal, etérea y arcana, soñada y solo posible en la frontera de la Utopía.
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