lunes, 25 de mayo de 2009

La maga Karla Suárez y su verbo brujo

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Jueves, 16 de abril de 2009
LITERATURA


La maga Karla Suárez y su verbo brujo

Por Luis Rafael

Invitado al Salón Iberoamericano del Libro, que preside Luis Sepúlveda y celebra la primavera asturiana cada mayo en la marítima ciudad de Gijón, una tarde de presentaciones conocí a mi coterránea Karla Suárez (La Habana, 1969). Había visto su foto en el programa del evento y cuando apareció bajo su inconfundible cabellera etrusca, me acerqué y le pedí confirmara si a ella debíamos la novela Silencios (Premio Lengua de Trapo, 1999), obra que tanto disfruté por su buen ritmo y el desenfado que señorea en sus páginas.

Enseguida conectamos; Karla me presentó a sus amigos, que más tarde, gracias a su generosidad, serían también míos. Y descubrí que ella jamás se callaba; que aunque hablara torrencialmente sus opiniones resultaban hijas legítimas de la reflexión intelectual; que un halo mágico rodea su cabeza, más allá de los cabellos rubios y encrespados; que la joven autora es capaz de estarse varios meses a la sombra para forjar su creación y luego emerger como la primavera, refulgiendo de la mano de su narrativa, presta a lidiar con escritores, editores, agentes, admiradores y demás fieras, a la larga prisioneros de su palabra. Firmando libros o integrante de un panel de sesudos escritores, señorea siempre ella. Porque cual Circe, Karla embruja con su presencia y sus argumentos, entre los que sobresale el que desarrolla en Silencios, fábula hija de la experiencia personal, donde demuestra su enorme capacidad de seducción y la expresividad y naturalidad de su discurso.

La siguiente novela, llena de reminiscencias y titulada La viajera (2005), refleja el rostro de la autora, desde los guiños cómplices a sus ascendientes literarios: La ciudad invisible, de Ítalo Calvino; la Odisea, de Homero; el magnético personaje de la Maga, creación del Julio Cortázar en Rayuela. Sin embargo, Karla Suárez es una escritora que se nutre principalmente de su propia y rica existencia, de ahí que sin dejarse seducir por las lentejuelas del mercado, en poco más de dos décadas haya forjado una narrativa sólida, que describe su tránsito a la maduración intelectual, sus dudas y angustias existenciales.

En cuentos y novelas, las historias que narra son veraces, algunas veces testimoniales, ya que de Karla tienen bastante las protagonistas de sus obras, mujeres valientes y arriesgadas, capaces de desafiar al mundo: la joven que en Silencios descubre las mentiras que sostienen a su familia y termina aislándose en su intimidad; la Circe de La viajera que abandona Cuba en busca de su identidad…

Desde la lejanía, mima Karla a sus amigos. De vez en cuando me llegan sus mensajes, que firma con uno de sus seudónimos (o heterónimos) favoritos: Circe. Es la misma maga mitológica, diosa y hechicera, que vivió en la isla de Eea y quien, según cuenta Homero en la Odisea, estaba rondada por fieras que en realidad serían las víctimas de su hechizo. La amistad, el auto reconocimiento, la aventura, el amor y los sueños, son los hilos con que esta Circe, que resulta Karla Suárez, elabora sus tapices fantásticos: una narrativa que conserva el calor de su Isla natal y la magia de su verbo brujo.


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