domingo, 3 de febrero de 2008

El mar en la literatura cubana


El mar en la literatura cubana


El mar, siempre el mar. Entre tierra y tierra, entre cielo y tierra. Grávido horizonte donde nacen costas de utopía. Colón, en la popa de la “Santa María”, pariendo un Nuevo Mundo, caza fortunas europeos, cazados africanos, aventureros, soñadores, todos a través del mar, edificando esperanzas.

El mar, motivo presente en los mismísimos orígenes de la literatura occidental, ha sido central en el proceso de formación de nuestra literatura latinoamericana. El “Diario de Navegación” del Almirante Cristóbal Colón, hasta hoy reconocido como el texto fundador de la literatura hispanoamericana, escrito sobre el mar y al vaivén de las olas, inaugura una línea temática que irá evolucionando a través de cinco siglos en nuestras letras. Fray Alonso Escobedo relatará también su itinerario hacia La Florida, en un largo poema homónimo escrito en octavas reales entre 1598 y 1600, donde el mar, por fuerza, será motivo recurrente, escenario de la travesía amenazada por la piratería y azaroso lugar de la zozobra.

El mar, ya no camino, sino costa de sorpresas por donde llegan abastos, noticias y también comerciantes y piratas prestos a la rapiña, tendrá protagonismo en el texto inaugural de las letras cubanas, Espejo de Paciencia. Aquí los bucaneros se enfrentan a los isleños que defienden su suelo y su paz al precio de sus vidas. Estos “españoles de ultramar”, como gustan de llamarse, tienen anclado el corazón en su Península y la mirada perdida por efecto de la “demasiada luz” de esta tierra, en la que sus sueños se materializan y donde engendran hijos y empresas. Sus descendientes americanos, los alabados “criollos” del mito europeo, manifiestan el orgullo de quien nació a este lado del océano, llevando a la espalda el elenco de una cultura milenaria importada por sus padres y enriquecida por sus abuelos. Así, un Manuel de Zequeira elogiará en la “Batalla naval de Cortés en la laguna” la victoria de una cultura bélica y heroica que trasladó sus Cides de los valles peninsulares a los llanos oceánicos.

También el mar será motivo recurrente en nuestra poesía romántica. José María Heredia, primogénito del romanticismo hispano, traza las fronteras de su patria en cada línea de agua. Su poesía ofrece los símbolos de una patria nueva, en sus versos la palma real y el mar son símbolos permanentes de la soñada isla independiente y soberana. En “Emilia”, el mar lo aleja de la tierra natal para escapar a un exilio que minará su vida. En el “Himno del Desterrado”, el mar resulta argumento suficiente para el grito emancipador. Recordemos algunos de sus hímnicos versos que, prohibidos por las autoridades coloniales, aventaban las voces de los cubanos independentistas:

¡Cuba! Al fin te verás libre y pura
como el aire de luz que respiras,
cual las ondas hirvientes que miras
de tus playas la arena besar.
Aunque viles traidores le sirvan
del tirano es inútil la saña,
que no en vano entre Cuba y España
tiende inmenso sus olas el mar.

El mar, nuestro ya, ondea en la lírica de una cubana talentosa para quien la metrópoli abrió sus escenarios con aplauso, Gertrudis Gómez de Avellaneda. Ella, sobre las aguas, entre la patria idealizada y la Europa de sus glorias, dirá en “Al partir”:

¡Perla del mar! ¡Estrella de occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
La noche cubre con su opaco velo,
Como cubre el dolor mi triste frente
……………………………………
¡Adiós!... Ya cruje la turgente vela…
El ancla se alza… El buque, estremecido,
Las olas corta y silencioso vuela.

Referente tropológico es el mar opalescente de “La pesca nocturna” en la poesía de José Jacinto Milanés; el de Juan Clemente Zenea en el poema a su amante Adah Menken: “Del verde de las olas en reposo/ el verde puro de sus ojos era”; hasta entroncar con el estilizado, casi nórdico, mar de un Julián del Casal, que encerrado en la isla de su pobreza, escribe: “Suspiro por las regiones/ donde vuelan los alciones”. En su “Marina”, la lírica cubana alcanza cumbres sobre las altas olas de la literatura en lengua española:

Como vientre rajado sangra el ocaso,
Manchado con sus chorros de sangre humeante
De la celeste bóveda el azul raso.
De la mar estañada la onda espejeante.
Alzan sus moles húmedas los arrecifes
Donde el chirrido agudo de las gaviotas
Mezclado a los crujidos de los esquifes
Agujere el aire de extrañas notas.

En José Martí el mar será menos océano y más fronda de olas, acaso también camino, travesía. A través de las aguas se aleja de su patria después del infierno del presidio, en la playa pasea su niña de “Los zapaticos de rosa”, por el mar regresará para liberar a Cuba de la esclavitud y del oprobio colonial, travesía que quedará recogida en su memorable “Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos”. Este diario de campaña, como el “Diario de Navegación” de Cristóbal Colón, tendrá en el vaivén de las aguas el sueño de un mundo por inaugurar. Textos fundadores de grandes utopías, el de Colón funda un Nuevo Mundo, el de Martí funda una Nueva Patria.

También nuestra novela decimonónica tomará al mar como escenario o personaje. Desde obras capitales como Cecilia Valdés, de Cirilo Villaverde, donde se cuenta del mercadeo de negros a través del océano, hasta Mi tío el empleado, de Ramón Meza, en que naves españolas continúan trayendo aventureros prestos a robar cuanta riqueza les sea posible, y llevándose ricos indianos que alentarán en Europa el mito de una América pródiga de tesoros.

Con una atmósfera de ambiente marino, de alta tensión dramática y sugerente simbolismo, el antológico cuento de Jesús Castellanos, “La agonía de La Garza”, es una pieza magistral de nuestra narrativa. En la novela La conjura de la ciénaga, de Luis Felipe Rodríguez, el mar se hace fango y alegoría de la caricaturesca república mediatizada. Juan Criollo, de Carlos Loveira, otorga al Caribe carácter de puente cultural entre naciones de América.

Novelas posteriores como Contrabando, de Enrique Serpa, y El Negrero, de Lino Novás Calvo, dos obras maestras de nuestra literatura nacional, revelarán un mar en su condición contradictoria, ahora como escenario para aventuras en las que la avidez por el dinero puede llevar la condición humana a límites insospechados.

También Serpa en algunos de sus cuentos describe el conflicto de los pescadores que luchan por la sobrevivencia. “Aletas de tiburón” y “La aguja” son, en ese sentido, antológicos. Esta última narración, una de sus más logradas piezas narrativas por el clímax que alcanza, presenta la historia de un viejo pescador que, luego de una semana saliendo diariamente al mar sin éxito, encuentra un hermoso “castero" con el que entabla una pelea definitiva. “Castero” es la denominación que daban los pescadores cubanos a la aguja rayada para diferenciarla de la aguja negra, según se lee en los libros del sabio cubano Felipe Poey. Su presencia en el cuento de Serpa tendrá continuidad en El viejo y el mar de Ernest Heminway, relato que toma la anécdota del cuento de Serpa, así como el escenario y los personajes, los que Heminway llegó a conocer en el poblado costero de Cojímar, donde el norteamericano refugiaba su yate.

Las zonas portuarias, atestadas de prostíbulos, y el mar como medio de producción, también aparecerán en nuestra literatura con la obra de Carlos Montenegro y Pablo de la Torriente Brau.

Onelio Jorge Cardoso, desde su obra narrativa, presentará otra dimensión del mar. Lejano del dramático realismo de Serpa, su antológico relato “Caballo de coral” volverá la mirada a un tema que será recurrente en toda la obra del cuentista, la necesidad de la fantasía en la vida del hombre. En esta pieza, un caballo de coral funciona como metáfora de los sueños, de las ilusiones y las esperanzas de los seres humanos, que necesitan creer en algo que llene su espiritualidad. El retrato de los hombres de mar y de la vida miserable de los pescadores cubanos logra un alto relieve con este cuento, que trasciende la mera literatura circunstancial para ganar en hondura humana y en altísima eficacia estética.

Alejo Carpentier hará del viaje, y consecuentemente del mar, un núcleo significativo en su obra. El mar, que pone en contacto cronotopos culturales heterogéneos y que genera el encuentro de temporalidades disímiles, será en su obra símbolo de recombinación cultural, lugar de encuentros y cruces históricos, topos expresivo de una cosmovisión descolonizadora y profundamente americana. Sus mares traen pícaros hacedores de la historia y de la gran utopía americana, como el Juan de El camino de Santiago o el Colón de El arpa y la sombra; transportan ideologías, como en El Siglo de las Luces; o son cómplices del concierto universal de los nuevos tiempos, como en Concierto Barroco. En esos mares se gesta la grande escritura de América y los tiempos del porvenir.

En la poesía del siglo XX, Emilio Ballagas, desde su lírica intimista y neorromántica, convierte el mar en escenario erótico con su “Elegía sin nombre”. En versos que llevan lo coloquial a dimensión metafórica, el poeta imagina la playa que se trasviste en escenario espejeante para el descubrimiento de un idilio prohibido:

Descalza arena y mar desnudo.
Mar desnudo, impaciente, mirándose en el cielo.
El cielo continuándose a sí mismo,
persiguiendo su azul sin encontrarlo
nunca definitivo, destilado.

Inquietudes eróticas y también metafísicas aparecen en las obras de Dulce María Loynaz y Serafina Núñez. En ambas poetas es recurrente el uso del mar como símbolo lírico: en Dulce María será presente en su novela Jardín y sus poemas de Juegos de agua; en Serafina, en los versos de Isla en el sueño y Mar cautiva.

Conveniente pero no segura frontera de separación, a través de la cual aguza la mirada codiciosa el Gigante del Norte, será el mar en la poesía de Regino Pedroso, cuando en “Más allá canta el mar” nos revela:

Allá, sobre el mar, en ciudades babélicas
que al mismo cielo retan alzando hasta él sus hombros,
vive desde los días del Mayflower un cíclope,
recio como la época, sólo adorando su oro.

Al otro lado de nuestra poesía de la segunda mitad del siglo XX, los “origenistas” convierten al mar en continuación de la patria, con visiones tan diversas o dispares como las de Gastón Baquero, transformado en criatura marina que mira la ciudad amada a través de las aguas en su “Testamento del pez”; o la de Virgilio Piñera, obsesionado por “la maldita circunstancia del agua por todas partes” en su “La isla en peso”.

Nicolás Guillén, poeta caribeño por excelencia, describe un mar germinador de influencias y abierto al intercambio. “Por el mar de las Antillas” y otros muchos poemas suyos trascienden sobre la espuma para configurar una lírica de la revolución cubana en la que el mar, “gigante azul abierto democrático”, es tomado por el poeta como símbolo de la libertad y los derechos conquistados.

También el mar será motivo privilegiado en la poesía de la diáspora cubana. El mar se configura dentro del imaginario simbólico de la diáspora en motivo identitario dominante. Asociado generalmente al tema de la distancia y la nostalgia, a la travesía, y siempre a la idea de sujeto en tránsito, su presencia en la poesía será casi que generalizada. Así el mar patria, el mar sueño, el mar amado en la nostalgia de la distancia ilumina la poesía intensamente insular de Juana Rosa Pita o de Jesús Barquet, por solo citar dos ejemplos de poéticas fundamentales de nuestra lírica nacional.

Ya en novelas como Otra vez el mar, de Reinaldo Arenas; El mar de las lentejas, de Antonio Benítez Rojo; o Gallego, de Miguel Barnet —obras claves de nuestro fin del siglo XX— el mar vuelve a convertirse en camino y, frecuentemente obstáculo, para el conocimiento y la migración, para la conquista de la gloria y la conquista de la felicidad. Es siempre el mar tópico y terreno germinal. Sobre las aguas, fragua la idea de la patria, la identidad nacional, llevada y traída, reflejada y refractada, en espejos de exilios y migraciones, en deformaciones de lejanía y amargura anclada.



2 comentarios:

Sfrazzera dijo...

Hola,
Estoy interesada en conseguir alguno de estos libros. Donde podría encontrarlos?

playaambar dijo...

Hola, muuuuchas gracias por el panorama tan completo que realizaste, me sirvio muchísimo. Precisamente estoy haciendo una selección de textos sobre este tema. Y una pregunta y petición: me gustaría conseguir la mayoría de estas obras en versión digitalizada,¿tienes algunas que me puedas facilitar? Sería de gran ayuda para mi trabajo, que es precisamente difusión de obras literarias y promoción a la lectura. Gracias y un saludo desde Oaxaca, México.