Autor: Lina de Feria Fuente: CUBARTE 11 de Enero 2010
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El camino literario de Luis Rafael Hernández es de orden espiralesco. Siendo narrador, poeta y ensayista ha hecho actividades múltiples desde muy joven, como dirigir la revista Jácara de 1995 al 2005, de franco sesgo original, hasta publicar poemarios diversos como Colómbico, del 2003, entre muchos libros.
Pero creo que Babel, escrita en marzo del 2007, en Madrid, debía presidirlo un exergo de José Saramago, de su Ensayo sobre la ceguera, en el que dice: Hay esperanzas que es locura alimentar. Pues le digo que si no fuera por ellas, ya habría desistido de la vida.
De alta complejidad escritural y estructural, Babel se inserta en una tendencia experimental, acorde con el mundo de otros escritores coetáneos, y de ahí las primeras intenciones que lo contemporanizan. No hay olor a quemado. No hay olor a viejo.
Hay la postura volitiva que concibe el libro como un todo fragmentado, que termina con una excelente unidad. Cuando se lee, de continuo, el libro, resulta evidente lo sorprendente de su ejecución. En un verso como Topos excavando las raíces de Babel”, ya se está categorizando, desde el inicio, la razón del poemario. Pero siempre lo contemporáneo se va a abordar con una profunda dosis de angustia existencial: Espectros de hoy/clavando pasos/en la desolación.
Se expresa, también, la realidad actual de muchos millones de seres humanos contra lo meramente paisajístico, lo idílico y lo paradisíaco: Hambre de harapos/ sobre un cielo marino/ inmóvil/arrebolado/ calmo … Y así reclama: Contemplad el espectáculo.
Luis Rafael se preocupa, desde su intelecto privilegiado, de reflejar los polos extremos de las situaciones humanas en versos como éste: Mundo divisible/ restándose en la hora/ de la renunciación. El verso es corto, pero nunca atropellado, y su grado de meditación no es aliterativo sino que más bien funde un imaginario pleno, que no se “desborda”, y que siempre es creativo. Pero el poemario alcanzará sus mejores momentos en los poemas VI, en el XI, en el XIII, y en el XIV.
Por ejemplo, en el VI, donde elabora la destrucción de la Torre, hay un fragmento que reza: Angeles nocturnos/Expanden silencio y confusión/ Ángeles haciendo- odio/ los durmientes evocan paraísos solares. La introducción a la destrucción de la Torre, implica lo importante del hecho. Se fragmenta el discurso como las propias piedras de Babel, y concluye magistralmente: Abundan los alaridos/ las bocas que eran una/ separándose ajenas/ apestando/ escupiendo/. Polvos de sucia tierra.
En la presentación del poema VIII hay una búsqueda desalienada de aprehender lo alienado. De ahí su verso: (cabalístico trigal( cebando savia). Cierto sesgo amargo ante la realidad parece hilvanar el discurso poético en frases como (Las caricias del cuerpo/ al cuerpo desalmado/ muriendo en el recuerdo.Hay una verdadera multiplicación de la Torre en esencias modernas. Todo se desdobla. El recurso es de excelencia para “narrar” lo contemporáneo.
El movimiento de los procesos tecnológicos que caracterizaron al siglo XX, y que en el XXI se han vuelto la cabeza del león, va a ser pretexto para uno de sus mejores poemas: viejas desarmonías/ futurizadas en lo contaminado/ mixturadas y comunes/multilingües hablando/ Sin ser profetas). Y se introduce aún más en lo específico de los cambios humanos: Barbados y lampiños/ amarillos y rojos / esgrimen aparatos/hechos para entretener. Pero más adelante “apenas consigues ocultarte, lo que revela la enorme indefensión en la que Luis Rafael ve el proceso evolutivo del hombre.
En el poema XI, ya la toma de partido por los desposeídos es un arquitrabe sobre el capitel de la columna escritural del poeta: Familias apañadas (en paños de oro fino/ y pobres de tripa -miserables,y luego largas filas de unos sin dominio/ por otros dominados. El poema XIII es un poema transgenérico, en el que no parece agotarse el aliento impoluto y sin declive de todo el discurso, desde el principio, y en el que está grabado el asombro por el devenir mixturado: el pájaro de los bombardeos (jugando a blanquear ciudades). Y hay una voz más pacífica, más aunada con el hombre en ese final del XIV: Ruiseñor modélico/late la lumbre tañendo (late pariendo) amor de fina llama/Dios y Padre/ subido al trono (…).
El ejercicio poético de Luis Rafael Hernández se construye y se define en esas cualidades emblemáticas, profundamente poéticas, y altamente sensibles, que le hacen buscar un afán cosmogónico al hecho histórico del devenir del hombre. Plantearse ello era un reto. Y el reto se ha convertido en gracia y texto urdido con sabiduría y sorpresivas imágenes.
Decía el crítico, poeta y ensayista cubano Cintio Vitier, que lo que Julián del Casal buscaba en Moreau era un mundo de fuerzas elementales, demoníacas, conjuradas por el arte. Creo que en Luis Rafael las fuerzas son múltiples, y que, a la manera de nuestro Julián del Casal, en su Babel, esas fuerzas, también están conjuradas por el gran arte.
El poemario signa nuestra época y este es el dato, quizás, de más importancia, ya que el mundo y todos nosotros estamos reflejados, inevitablemente, en este libro totalizador que es Babel.
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