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Lunes, 22 de junio de 2009
LITERATURA
Eliseo Alberto y la espiral devoradora de la palabra
Por Luis Rafael
En las fotos familiares a Lichi se le veía un chico bonachón, algo menor que su hermano Rapi (el pintor Constante Diego) y más espigado que Fefé (la poetisa y narradora Josefina de Diego). Para mí era simplemente uno de los hijos de Eliseo y Bella, el «jimagua» de Fefé. Hasta que su hermana me prestó un libro de su gemelo, quien desde 1990 residía en México. El volumen estaba forrado con un pliego de periódico y se titulaba Informe contra mí mismo (1997). Recuerdo la impresión que me causó. Era una bomba, presentaba una visión «otra» de la historia reciente de Cuba, daba testimonio de unos años en que los hijos eran convidados a «delatar» a sus padres. Eliseo Alberto de Diego (La Habana, 1951) había recibido la misión de elaborar un informe acusatorio sobre su familia. A los origenistas se les condenaba por «católicos» y por «trascendentalistas». Él debía confirmar las imputaciones. Y lo hizo. Contó que su padre, el poeta Eliseo Diego, se carteaba con escritores exiliados, como Gastón Baquero; que sus tíos Cintio Vitier y Fina García-Marruz, iban a misa; y que su familia se reunía en torno de la mesa en la Nochebuena… Al cabo, el libro será su «mea culpa», pero igualmente la denuncia de una etapa de la historia de Cuba en que la política tomó como rehén a la cultura.
Antes de marcharse de la Isla, donde estudió periodismo y fue profesor de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, Lichi escribió guiones para varios filmes, ganó premios y publicó una docena de libros, sin embargo, la edición del Informe le cambió la vida y también la obra. Declaró en una entrevista: «Informe contra mí mismo me permitió poner en blanco y negro lo que yo pensaba de Cuba y me sirvió para encontrarme conmigo mismo como escritor, si cabe la palabra». Ya no pudo regresar, tampoco escribir como antes. Vencida la auto-censura dejó de temer a la censura y comprometió su narrativa. El libro Caracol Beach (1998) galardonado con el Premio Alfaguara de Novela, llegó a vender más de 150 mil ejemplares en toda América Latina y consagró al escritor, quien por sus opiniones políticas se ganó la animadversión del gobierno cubano y de los isleños exiliados en Miami.
En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara conocí personalmente a Lichi. Movía continuamente sus manos inmensas mientras hablaba y hacía chistes, cubaneaba y cautivaba. Sin embargo, detrás de sus ademanes de profesor entrenado en enamorar auditorios, estaba la melancolía que es el trasfondo de la lírica de su padre. Luego de las bromas, sobrevino el lugar común de la evocación. «Las islas son un sitio donde alguien llega y de donde alguien se va, y para ambos acontecimientos hacemos una fiesta. El horizonte es el límite de nuestra casa». Recordé fragmentos de su Informe y entonces lo supe, al cabo de la alharaca Eliseo Alberto es un caracol ensimismado, que lleva su hogar en la memoria y se aísla en la espiral devoradora de la palabra.
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lunes, 13 de julio de 2009
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