Juana García Abás, entre la intuición y la intelección
Por Luis Rafael
Anclada en su «lomita» del Cerro, el barrio habanero de las casas derruidas, los capiteles desgajados y las grandezas condenadas al polvo del recuerdo, Juana García Abás (La Habana, 1950) resiste a los ciclones y entretiene sus horas bruñendo versos. Si para otros un poema es la estampida, para ella resulta parto cabalístico, hecho a las concurrencias del azar, en la espera de quien teje y desteje haciendo tiempo.
Recuerdo ahora cuando, ahijados por la fronda de su jardín, isla de paz en medio del barullo, conversamos en tardes de lento discurrir, viendo el manar sereno de las sombras y los silabeos, que tomaban cuerpo en la realidad del arte, escapando, ya color, a cartulinas y lienzos estampados por la mano del hijo, que es parte del propio cuerpo. Escucho la voz de Juanita, cual susurro de colibrí libando verbos. Observo el silencio de José Luis Fariñas, su imagen en la carne y en el verbo. Quisiera perpetuar los momentos de éxtasis al arrullo, y me los devuelven los versos de una rara avis que ha sido llamada hermética sin serlo. Al cabo de sucesivas versiones, la escritora dio a conocer Circunloquio (poesía, 2006), libro que mereciera el Premio Nicolás Guillén de 2005 y que asombró a quienes no conocían a su autora, por la rareza de su estilo, el entramaje de sus oraciones y los múltiples sentidos de su léxico.
Hecha a la alquimia de las palabras, Lina de Feria escribió, sin embargo, sobre este cuaderno: «busca el agresivo ambular de los fonemas, para aumentar la traslación contenidista». Sus iluminaciones, intuiciones que lindan con el razonamiento, tienen que ver con la cubanía «secreta» que Cintio Vitier descubrió en la poesía del paisaje insular, de las esencias subsumidas bajo la apariencia. Imbricando al autor de Nieve y al de los Versos sencillos, hacia el final del poema «Savia de almácigo» afirma García Abás: «No sabe a canistel, el fruto del nogal».
Asiática ironía, tropos meditados y plasticidad simbólica, mixturan el discurso de transtextuales sobreabundancias. Juana lleva el nombre de su Isla y quizás por eso, habitante ella misma de la excepción, aventura en su poesía «el espacio inabordable». Al decir de Cintio Vitier: «Estamos, entonces, en el logos circulatorio de las caminatas nocturnas por el Prado mientras Penélope descifra el tapiz que está deshecho». Su tanteo en lo desconocido, su abrevar del silencio, hacen lumbre al porvenir desde nuestra mejor tradición literaria.
En la composición titulada «Aporía» el mito esclarece sus hilos vinculantes: «Como esperando a Ulises / la virtualidad teje y desteje / lo que palpita en la supuesta nada». Desde sus lecturas y angustias vitales, la escritora corresponde, en su dibujada caligrafía, intuiciones y preguntas, que forman un único, intermitente cuerpo, sobre la volátil página. Entre la intuición y la intelección, entre la luz y el misterio, Juana García Abás reconstruye su tiempo y monologa en versos.
© Instituto Cervantes
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